Así me siento a veces...
(Gracias Marito por explicarlo mejor que yo)
Cosas de uno
Mario Benedetti
Yo digo ¿no?
esta mano
que escribe mil doscientos
y transporte
y Enero
y saldo en caja
que balancea el secante
y da vuelta la hoja
esta mano crispada en el apuro
porque se viene el plazo
y no hay tu tía
que suma cifras de otros
cheques de otros
que verdaderamente pertenece a otros
yo digo ¿no?
esta mano
¿qué carajo
tiene que ver conmigo?
Mariel soy. Mujer. Mochila lista. Mapa en mano. Misión. Mañana es siempre todavía. Más vale pájaro volando. Merodeo, busco, vuelo. Miro la maravilla y salto muros. Motivada me mareo. Marchita marioneta fui. Mariposa soy. Mariel.
lunes, 3 de diciembre de 2007
Repeticiones
Octavio Paz
El corazón y su redoble iracundo
el obscuro caballo de la sangre
caballo ciego caballo desbocado
el carrusel nocturno la noria del terror
el grito contra el muro y la centella rota
camino andado
camino desandado
el cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado
la pena que interrogo cada día y no responde
la pena que no se aparta y cada noche me despierta
la pena sin tamaño y sin nombre
el alfiler y el párpado traspasado
el párpado del día mal vivido
la hora manchada la ternura escupida
la risa loca y la puta mentira
la soledad y el mundo
camino andado
el acoso de la sangre y la pica y la rechifla
el sol sobre la herida
sobre las aguas muertas el astro hirsuto
la rabia y su acidez comida
el pensamiento que se oxida
y la escritura gangrenada
el alba desvivida y el día amordazado
la noche cavilada y su hueso roído
el horror siempre nuevo y siempre repetido
camino andado
camino desandado
el vaso de agua la pastilla la lengua de estaño
el hormiguero en pleno sueño
cascada negra de la sangre
cascada pétrea de la noche
el peso bruto de la nada
zumbido de motores en la ciudad inmensa
lejos cerca lejos en el suburbio de mi oreja
aparición del ojo y el muro que gesticula
aparición del metro cojo
el puente roto y el ahogado
camino andado
camino desandado
el pensamiento circular y el círculo de familia
¿Qué hice qué hiciste qué hemos hecho?
El laberinto de la culpa sin culpa
el espejo que acusa y el silencio que se gangrena
el día estéril la noche estéril el dolor estéril
la soledad promiscua el mundo despoblado
la sala de espera en donde ya no hay nadie
camino andado y desandado
la vida se ha ido sin volver el rostro.
el obscuro caballo de la sangre
caballo ciego caballo desbocado
el carrusel nocturno la noria del terror
el grito contra el muro y la centella rota
camino andado
camino desandado
el cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado
la pena que interrogo cada día y no responde
la pena que no se aparta y cada noche me despierta
la pena sin tamaño y sin nombre
el alfiler y el párpado traspasado
el párpado del día mal vivido
la hora manchada la ternura escupida
la risa loca y la puta mentira
la soledad y el mundo
camino andado
el acoso de la sangre y la pica y la rechifla
el sol sobre la herida
sobre las aguas muertas el astro hirsuto
la rabia y su acidez comida
el pensamiento que se oxida
y la escritura gangrenada
el alba desvivida y el día amordazado
la noche cavilada y su hueso roído
el horror siempre nuevo y siempre repetido
camino andado
camino desandado
el vaso de agua la pastilla la lengua de estaño
el hormiguero en pleno sueño
cascada negra de la sangre
cascada pétrea de la noche
el peso bruto de la nada
zumbido de motores en la ciudad inmensa
lejos cerca lejos en el suburbio de mi oreja
aparición del ojo y el muro que gesticula
aparición del metro cojo
el puente roto y el ahogado
camino andado
camino desandado
el pensamiento circular y el círculo de familia
¿Qué hice qué hiciste qué hemos hecho?
El laberinto de la culpa sin culpa
el espejo que acusa y el silencio que se gangrena
el día estéril la noche estéril el dolor estéril
la soledad promiscua el mundo despoblado
la sala de espera en donde ya no hay nadie
camino andado y desandado
la vida se ha ido sin volver el rostro.
jueves, 22 de noviembre de 2007
¡Aguante Tangalanga!
El Doctor Tarufetti cumplió 91 años... Unico personaje con quien no me resistí sacarme una fotito.
Aquí transcribo la primera nota que le hice, donde cuenta la famosa historia de los llamados (hay una segunda).
Solo para fanáticos...
-¿Hablo con el restaurante? Mire señor, ayer fuimos a comer con mi familia, pedimos asado y no podíamos digerirlo. Mi mujer se sacó de la boca un pedazo de carne, yo machaqué y no hubo caso; se lo pasé a mi hija, que realmente mastica muy bien, y tampoco...
-(Del otro lado del teléfono) ¿Usted dice que eso ocurrió anoche?
El resto de esta disparatada conversación es tan desopilante como impublicable... y la voz que la comanda es inconfundible: Tangalanga, el rey de las cargadas telefónicas, el mismo que con voz pausada y serena, confía que su verdadero nombre de “pila” es “Eveready”. Detrás del inefable personaje, de los bigotes postizos y el gorro, está Julio, un hombre alto, corpulento y vivaz, que casi siempre “se olvida” de que acaba de cumplir 90 pirulos, tal como tituló su último disco, donde reúne las mejores llamadas telefónicas. El doctor Tarufetti (otro de sus múltiples seudónimos) aprendió que el secreto es no bajar los brazos, vivir la vida como un adolescente. “Porque sigo rompiendo…”, avisa.
¿Cómo nació la idea de los llamados?
Yo tenía un buen amigo, un gran amigo, que por una operación en la cabeza debía estar en cama 24 horas por día. Como era muy inquieto, para él estar en cama todo el día era la muerte total. El vivía en San Fernando; yo en Retiro. Lo iba a ver, por lo menos, tres o cuatro veces por semana, porque conmigo se divertía mucho. Yo, gran amigo, verlo a el tirado en la cama… Un día, mi amigo, que se llamaba Sixto, me contó que estaba atendiendo su perro con un veterinario que, me decía, “nos cobra que se cree Favaloro: una barbaridad”. Entonces yo le digo a la esposa “dame el número del veterinario que lo voy a llamar desde mi casa. Tengo un grabador con accesorio para guardar conversaciones.” Hice el llamado, salió bastante bien. Y a Sixto le sirvió para que cuando alguno entraba al cuarto, y le preguntaba cómo andaba, él no tuviera que hablar de su enfermedad. Y decía “mirá la grabación que hizo Julio”… Así terminaban hablando del veterinario, del perro, de la mujer…
Y así nació el mito…
Sí, así estuvimos un año, hasta que él murió. Y en el año 80`, yo caigo enfermo de hepatitis. Me mandaron un reposo de 70 días en cama. Entonces, empezaron a alentarme a que vuelva a hacer las llamadas que hacía con Sixto. Y arranqué otra vez. En el 85`se inventa la doble casettera, y yo prestaba los casettes para que los grabaran. Y en el 94`, ya oficialmente, se empezaron a vender.
¿Enseguida fue un éxito?
Sí, Tato Bores fue el que me motivó a venderlo. Se vendieron 145 mil el primer año, y después seguí en la tele, con Guinzburg, en Peor es nada. Ya en el 95`abandoné mi trabajo en Odol, después de 57 años. Se hicieron 34 discos. Más que Luis Miguel.
¿Es cierto que con el tiempo la gente le daba los números y datos de personas a quien llamar?
Sí, la gente me pedía “llama a fulano de tal que es un chanta”. Yo fui una especie de gran justiciero telefónico. Generalmente llamaba a los que se podrían considerar “mala gente”, a los que tiran las cartas, a los que se dicen videntes… porque tienen dos dientes (se ríe). Igual, con el rubro 59 y 60 de Clarín tenés para hablar toda la vida.
¿Hay alguna charla que recuerde especialmente?
Sí. A una vidente. Le dije “yo la llamé porque ando muy mal con mi mujer”. “Sí, ya lo sé”, me dijo, “porque la estoy viendo”. “Y usted es un hombre de cabello castaño”, me dijo. “No, señora, yo soy pelirrojo. Y con mucho cabello” – a todo esto yo era pelado. Y me dijo que lo mirara al atardecer… que se veía castaño. Eso me impactó. ¡Qué sinvergüenza!
¿Usted tiene seguidores famosos?
Uff, un montón. Hace poco organizaron una reunión porque resulta que había mucha gente del ambiente que me quería conocer. Y ahí cayeron varios… ¡hasta Spinetta que no va a ningún lado! Me contó que en el auto lo único que escucha son mis casettes. “Así estás”, le dije. Y se ofreció para tocar en mi cumpleaños. Le dije “sí, pero no más de dos temas… y sin ése de la muchacha ojos de papel” (se ríe). También estuvo Mollo.
¿Sus mayores seguidores son jóvenes?
Sí, ¡y me gritan por la calle! Un pibe me dijo que después de saludarme se podía morir tranquilo. Le dije “pará, antes te consigo el nicho”. Otro me pidió “Tangalanga, ¿por favor me putea?”. Andá a la puta que te parió, le contesté. Me quieren por las barbaridades que digo, y que ellos no pueden decir.
¿Cuál es el secreto de su vitalidad?
Primero, hice una vida muy sana. No fumé nunca ni me puse en curda, y me controlé. Y estoy lúcido… eso no sé por qué… nací así. Hay tipos que a los 70 años ya están como entregados, que no salen de noche, que se ponen cualquier ropa. En una palabra, como si la vida ya se les hubiera terminado. Pero yo no.
¿Y usted cómo se siente?
Me siento en la silla, querida… Tengo un poco de malestar en las piernas, porque me colocaron dos by pass y me falta fuerza, pero del resto estoy bien. Soy feliz porque tengo nietos, una bisnieta, una familia. Estoy casado hace 65 años… cuando los cumplí no sabía si hacer una fiesta o un minuto de silencio. No, en serio… Para mí levantarme, salir a la calle por mis propios medios, y pensar…no tiene precio.
Mariel Fuentes
Foto: Aldana Anglesi
jueves, 15 de noviembre de 2007
La justificación de los periodistas
viernes, 5 de octubre de 2007
Eme (de Mariel)
Mariel soy. Mujer. Mochila lista. Mapa en mano.
Misión. Mañana es siempre todavía.
Manzana verde. Mordida.
Más de mar y menos de montes.
Mejor poco madrugar.
Más tarde, mucho mejor.
Más vale pájaro volando.
Mil y una noches.
Manteca y chocolinas.
Mataderos. Melancolía de mi niñez.
Mar del Plata. Mis tres hermanos.
Mamá me mima más que papá.
Mi buen amor. Música multicolor.
Me sobran los motivos. Mucho Sabina.
Mafalda, todo. Manuel Mandeb.
Mario Benedetti en mi mesa de luz, a mano (izquierda).
Merodeo, busco, vuelo.
Miro la maravilla y salto muros.
Motivada me mareo.
Marchita marioneta fui. Mariposa soy.
Mariel
Misión. Mañana es siempre todavía.
Manzana verde. Mordida.
Más de mar y menos de montes.
Mejor poco madrugar.
Más tarde, mucho mejor.
Más vale pájaro volando.
Mil y una noches.
Manteca y chocolinas.
Mataderos. Melancolía de mi niñez.
Mar del Plata. Mis tres hermanos.
Mamá me mima más que papá.
Mi buen amor. Música multicolor.
Me sobran los motivos. Mucho Sabina.
Mafalda, todo. Manuel Mandeb.
Mario Benedetti en mi mesa de luz, a mano (izquierda).
Merodeo, busco, vuelo.
Miro la maravilla y salto muros.
Motivada me mareo.
Marchita marioneta fui. Mariposa soy.
Mariel
jueves, 12 de julio de 2007
El Necio
Silvio Rodríguez
Para no hacer de mi ícono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su Parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
Me vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
mi vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda.
Yo no se lo que es el destino,caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.
Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del unido,
yo quiero rezar a fondo un hijonuestro.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
más yo seguiré soñando travesuras (acaso multiplicar panes y peces).
Yo no se lo que es el destino, caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví.
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio.
Yo no se lo que es el destino, caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví.
Para no hacer de mi ícono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su Parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
Me vienen a convidar a arrepentirme,
me vienen a convidar a que no pierda,
mi vienen a convidar a indefinirme,
me vienen a convidar a tanta mierda.
Yo no se lo que es el destino,caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino.
Yo me muero como viví.
Yo quiero seguir jugando a lo perdido,
yo quiero ser a la zurda más que diestro,
yo quiero hacer un congreso del unido,
yo quiero rezar a fondo un hijonuestro.
Dirán que pasó de moda la locura,
dirán que la gente es mala y no merece,
más yo seguiré soñando travesuras (acaso multiplicar panes y peces).
Yo no se lo que es el destino, caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví.
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas
cuando la Revolución se venga abajo,
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo,
la necedad de lo que hoy resulta necio:
la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio.
Yo no se lo que es el destino, caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví.
Me sobran los motivos (a mí también)
M.F
Elijo ser periodista porque refuto la sospechosa verdad, de que la Verdad, es un pretensión desmedida. Y porque sigo buscándola.
Elijo el periodismo porque quiero saber. Porque se bien que aún no se. Porque pregunto, avida, sedienta y sin orillas, esperando una revelación a cada paso.
Elijo ser periodista porque tengo un corazón galopante, pícaro, libre y peregrino. Una vocación excursionista que quiere caminar y seguir coloreando con palabras las ideas.
Elijo el periodismo y elijo llegar a ser, sin con-ceder.
Respiro profundo y mis intenciones comienzan a plasmarse en papeles.
Toman cuerpo y se alzan gaviotamente al vuelo (y al juego).
Y mi exploración encuentra un arenero infinito...
Elijo ser periodista porque refuto la sospechosa verdad, de que la Verdad, es un pretensión desmedida. Y porque sigo buscándola.
Elijo el periodismo porque quiero saber. Porque se bien que aún no se. Porque pregunto, avida, sedienta y sin orillas, esperando una revelación a cada paso.
Elijo ser periodista porque tengo un corazón galopante, pícaro, libre y peregrino. Una vocación excursionista que quiere caminar y seguir coloreando con palabras las ideas.
Elijo el periodismo y elijo llegar a ser, sin con-ceder.
Respiro profundo y mis intenciones comienzan a plasmarse en papeles.
Toman cuerpo y se alzan gaviotamente al vuelo (y al juego).
Y mi exploración encuentra un arenero infinito...
sábado, 19 de mayo de 2007
Lo perdido
Jorge Luis Borges
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará
la pura noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará
la pura noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera
miércoles, 25 de abril de 2007
Hoy puede ser un gran día, o no.
Mariel Fuentes
Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Que todo cuanto me rodea lo han puesto para mí, y que solo debo sentarme al festín. Durante años comprendí aquella frase, aquella famosa canción, como la fórmula mágica de la felicidad. El buen o mal devenir en esta vida tenía que ver con un planteo voluntarioso. Pero no. He caído en la cuenta de que los grandes días no pueden plantearse…
A menudo pasa que cuanto más se desea “algo”, más ese “algo” demora su llegada hasta nosotros. Y esto no es un invento mío. Buena prueba resulta aquél best seller que enumera todas las pequeñas-grandes desgracias del ser humano, popularmente conocidas como Las Leyes de Murphy. De hecho, mi vida es una continua ilustración de sus fatídicas situaciones: cuando estoy esperando un colectivo de la línea 180 “ramal 155”, no hacen más que llegar los que acusan “por barrio San Alberto”; y si la situación es inversa, los del cartel “ramal 155” parecen multiplicarse ante mis ojos. No quiero desviarme de la cuestión primera. Tampoco pretendo hacer apología del pesimismo. Pero cierto es que aunque me “plantee” que aquél fuera un gran día, el colectivo seguirá pasando delante de mis narices cuando me falten todavía unos veinte metros para llegar a la parada. De nada servirá que me apresure ni que aletee enérgicamente los brazos: el conductor volverá a hacerse el desentendido.
Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto, arrimé sospechas a mi negativa visión. Traté de confiar en las insinuantes palabras de Joan Manuel Serrat, y sin demasiados rodeos decidí, el lunes pasado, planteármelo feliz. Pero fue en vano. Asistí a un día híbrido, sin color, sin gestos. En un momento, volviendo del trabajo, una tierna imagen familiar amenazó con desalentar mi teoría, acariciándome el entumecido corazón. Se trataba de una madre que subía a babucha a su hijo (de unos tres años), sobre los hombros de quien aparentaba ser el padre de la criatura. Frente a las dificultades para sostenerse del pequeño, la madre le gritó un escalofriante “¡agarrate bien, tarado!”. Sin palabras.
Pero aún cuando los grandes días no puedan plantearse, esto no significa que no existan. Los grandes días, aquellos que componen lo mejor de nuestra biografía, suceden. Y al revés de lo que postula la canción, son días impensados, insospechados. Nos arrebatan, nos sorprenden. Se asemejan a fatalidades. Aparecen detrás de la puerta menos prometedora. Uno no anda preparándose cada mañana para reconocer, por ejemplo, un gran amor. Pero un gran amor no necesita, y quizá ésta sea su más sagrada condición, de nuestra voluntad.
Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Que todo cuanto me rodea lo han puesto para mí, y que solo debo sentarme al festín. Durante años comprendí aquella frase, aquella famosa canción, como la fórmula mágica de la felicidad. El buen o mal devenir en esta vida tenía que ver con un planteo voluntarioso. Pero no. He caído en la cuenta de que los grandes días no pueden plantearse…
A menudo pasa que cuanto más se desea “algo”, más ese “algo” demora su llegada hasta nosotros. Y esto no es un invento mío. Buena prueba resulta aquél best seller que enumera todas las pequeñas-grandes desgracias del ser humano, popularmente conocidas como Las Leyes de Murphy. De hecho, mi vida es una continua ilustración de sus fatídicas situaciones: cuando estoy esperando un colectivo de la línea 180 “ramal 155”, no hacen más que llegar los que acusan “por barrio San Alberto”; y si la situación es inversa, los del cartel “ramal 155” parecen multiplicarse ante mis ojos. No quiero desviarme de la cuestión primera. Tampoco pretendo hacer apología del pesimismo. Pero cierto es que aunque me “plantee” que aquél fuera un gran día, el colectivo seguirá pasando delante de mis narices cuando me falten todavía unos veinte metros para llegar a la parada. De nada servirá que me apresure ni que aletee enérgicamente los brazos: el conductor volverá a hacerse el desentendido.
Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto, arrimé sospechas a mi negativa visión. Traté de confiar en las insinuantes palabras de Joan Manuel Serrat, y sin demasiados rodeos decidí, el lunes pasado, planteármelo feliz. Pero fue en vano. Asistí a un día híbrido, sin color, sin gestos. En un momento, volviendo del trabajo, una tierna imagen familiar amenazó con desalentar mi teoría, acariciándome el entumecido corazón. Se trataba de una madre que subía a babucha a su hijo (de unos tres años), sobre los hombros de quien aparentaba ser el padre de la criatura. Frente a las dificultades para sostenerse del pequeño, la madre le gritó un escalofriante “¡agarrate bien, tarado!”. Sin palabras.
Pero aún cuando los grandes días no puedan plantearse, esto no significa que no existan. Los grandes días, aquellos que componen lo mejor de nuestra biografía, suceden. Y al revés de lo que postula la canción, son días impensados, insospechados. Nos arrebatan, nos sorprenden. Se asemejan a fatalidades. Aparecen detrás de la puerta menos prometedora. Uno no anda preparándose cada mañana para reconocer, por ejemplo, un gran amor. Pero un gran amor no necesita, y quizá ésta sea su más sagrada condición, de nuestra voluntad.
Distancia
M.F
Me cuesta escribirte a la distancia
y no es porque no te ame, no
todo lo contrario
te amo y aún más
pero me cuesta escribirte a la distancia
¿Será tu poco próxima proximidad
lo que acarrea este raro temblor en mis manos?
¿Será mi falta de sensibilidad
al palpar, gustar y tocar
cuando me falta tu mano compañera?
A esta altura del partido
amor ausente, has de saber
que desde aquí, te espero
tal como espera, el mal alumno, su recreo
y que me cuesta escribirte a la distancia
Me cuesta escribirte a la distancia
y no es porque no te ame, no
todo lo contrario
te amo y aún más
pero me cuesta escribirte a la distancia
¿Será tu poco próxima proximidad
lo que acarrea este raro temblor en mis manos?
¿Será mi falta de sensibilidad
al palpar, gustar y tocar
cuando me falta tu mano compañera?
A esta altura del partido
amor ausente, has de saber
que desde aquí, te espero
tal como espera, el mal alumno, su recreo
y que me cuesta escribirte a la distancia
El violento oficio de esperar
Mariel Fuentes
El tango anuncia que fumando espero, la portada de una revista para futuras mamás señala la dulce espera, y en las ventanillas de venta de entradas de un cine se nos exhorta con un espere su turno, acompañado de una luz relampagueante. Como sea, parece que el mundo entero es una perversa sala de espera. Parafraseando a Walsh podría decirse que esperar es el violento oficio del ser humano, su vocación. Me pregunto si alguien ha llegado a calcular el tiempo destinado a las esperas de un hecho o una cosa, a lo largo de toda una vida. Supongo que no. Me atrevo a garantizar que es mucho mejor así ante la sospecha de que el resultado de aquella suma nos dejaría, literalmente, con los pelos de punta.
La multiplicidad de esperas definen distintos estados emocionales. Digamos que es posible descifrar esperas de acuerdo a olores, colores, sabores. Hay esperas que nos abrazan al vértigo. Turbulentas o maravillosas, como la de los reyes magos y el seis de enero llegando, siempre puntualmente, a entregarnos la tan esperada (o no) recompensa. Esperas furtivas, renacidas, grises, danzantes. Esperas como actos fáciles y soportables Y aquí hace su juego el tiempo, el subjetivo, el relativo, el que derriba o es derrotado por el que señala el reloj en la muñeca.
La Real Academia Española informa que esperar es estar en un lugar o detener una acción hasta que llegue algo o llegue alguien, creer que algo sucederá. Roland Barthes define la espera como el tumulto de angustia suscitado por la espera del ser amado, sometida a la posibilidad de pequeños retrasos (citas, llamadas telefónicas, cartas, atenciones reciprocas):
Espero una llamada, una reciprocidad, un signo prometido: en Erwartung (Espera), una mujer espera a su amante, por la noche, en el bosque; yo no espero más que una llamada telefónica,
pero es la misma angustia1
En la espera, el presente y el futuro se conjugan. La espera es el tiempo que es todos los tiempos en uno. Uno se pasa la vida esperando. Esperando que pasen las horas para hacer esto o aquello. Esperando que el tiempo milagrosamente se detenga para dejarnos prendidos a un instante de éxtasis y plenitud. Esperando que pasen los días y el tiempo, mágicamente, o el correr natural del segundero, produzca un cambio.
De una espera se sale alto o abatido, triunfante o no, satisfechos o aun sedientos. A veces, es ése preciso resultado el que le da sentido a la espera, pero también su viceversa. La llegada de lo que se aguardaba justifica el tiempo destinado a la espera o bien, lo transforma en tiempo perdido. Hay esperas que no culminan nunca, esperas que se demoran una vida. Esperas que se terminan al nacer de otra. Hundidos en lo cotidiano, uno espera la maravilla. Y así vamos llenando el tiempo que precede a lo que viene, esperando.
Y si esperar es todo –o buena parte- de lo que nos espera, será mejor que a pesar de todo -o tal vez por eso mismo- sigamos esperando lo imposible.
1SCHONBERG en: Fragmentos del discurso amoroso. Roland Barthes.
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