lunes, 31 de octubre de 2011

Entrevista a Antonio Banderas en Madrid


Declaración de principios: uno no viaja más de 10 mil kilómetros (Baires-Madrid) para entrevistar a Antonio Banderas –sí: leyó bien; ¡Antonio Banderas!, vivo y de pie y cara a cara– por misérrimos quince minutos, como sentenció un jefe de prensa. Pero Antonio, además de grande, es español. Es decir, en más de un sentido, un cómplice. Bastó un rápido guiño de sus célebres ojos para entender que, de quince minutos... ¡nada! ¿Por qué fuimos? Porque A.B., además de estrella de dos mundos, de empresario con línea de perfume propia, de ex fetiche de Pedro Almodóvar, es eximio fotógrafo, y expone (first time) sus imágenes. Veinte, en blanco y negro. Título: Secretos sobre negro. Temas: España y mujeres. Como los toreros, tomó la alternativa en Nueva York, y con ellas estará en nuestro Centro Cultural Borges el 10 de diciembre (agende, por favor).
Lugar de la cita en Madrid: Westin Palace Hotel. El, ropa informal (ver íntima foto sentado en tentadora cama doble). De divo, nada, aunque es inevitable cerrar los ojos y verlo en Atame, o cabalgando como justiciero e invencible Zorro, o más doméstico y manso, como marido de Melanie Griffith y padre de Stella (14) y padrastro de Dakota (21) y Alexander (25). Pero hay que aterrizar. A pesar de que estamos cerca de La Mancha, donde el Caballero de la Triste Figura, desfacedor de entuertos y defensor de bellas damas, se batió contra los molinos de viento, hoy es hoy, Antonio es Antonio, la nota es la nota, la revista espera, y toda fantasía queda postergada. Es tiempo de la primera pregunta. Y a eso vamos.
–Hace poquito decías que tu mejor obra aún estaba por venir. Con esta inauguración y la película de Almodóvar (acaba de terminar el rodaje de La piel que habito), ¿sentís que el gran objetivo está un poco más cerca?
–No... Yo tengo la impresión de que aún estando al borde de la muerte, voy a seguir sintiendo que lo mejor está por llegar.
–Entonces es una cuestión estratégica.
–No soy una persona de grandes estrategias. Me dejo llevar mucho por la intuición. Todo lo que hice importante en mi vida fue intuitivo, nada cerebral. Es más: cuando fue así, no me salió muy bien.
–La mujer es la musa de tus fotos. ¿Cómo es tu relación con ellas?
–Siento devoción por la mujer. Y no hablo sólo de la bella, sino también a las que acá en España les decimos “las marujas”. Esas madres trabajadoras, terrenales, que tienen la belleza del sacrificio de criadoras.
–Compartiendo el set con las más hermosas, aún seguís eligiendo a las más terrenales, entonces.
–Absolutamente. Esa belleza es una búsqueda obligada. Sobre todo si se le otorga un rol distinto al que se le ha otorgado en las últimas décadas. Yo planteo una mujer independiente, agresiva por momentos, irónica, y que juega el papel que antes era patrimonio del hombre.
–En la Argentina, por caso, ya tenemos presidenta...
–Sí, sí, y la conozco. Yo apuesto a un mundo gobernado por mujeres. Los miles de años que llevamos con gobiernos de hombres no nos ha ido muy bien, así que la oportunidad de tener un Estado dirigido por quienes conciben la vida, por aquellas que son madres, creo que eliminaría gran parte de la violencia mundial.
–¿Qué impresión te da la mujer argentina?
–Es muy fuerte, hecha pa’lante. Independiente, bella. Tiene un aire a la andaluza, que es rebelde y matriarcal. Hay muchos íconos argentinos que responden a eso, como Eva Duarte de Perón.
La charla sigue. El minuto 15 ya pasó hace rato. Antonio habla de sus fotos con devoción. También de su nuevo perfume, The Secret, “ideal –define– para un hombre casual, que no trata de imponer nada y que sabe que la seducción es un proceso natural de la vida”. Se lo ve cómodo sobre el sillón, con su camisa de diseño exuberante, bien moderna, tres botones liberados y las mangas sueltas. Se adivina un plexo solar medianamente tupido, y una buena dosis de gel en su cabello, prolijamente enviado hacia atrás. Y está muy perfumado –con su fragancia, claro–, algo que dispara la pregunta sobre su grado de coquetería.
–Gran spot de venta el de recién...
–Y no fue ensayado, eh.
–¿Cómo te llevás con la cultura metrosexual?
–Yo no lo soy (toma distancia). No tengo un cuidado excesivo de mi imagen, soy más espontáneo. No vigilo las arruguitas ni me depilo los pelos del pecho. En realidad, no tengo obsesiones por nada, ni siquiera por actuar.
–¡¿Una estrella de Hollywood sin ninguna obsesión?!
–Ajá... ¡O sí! Tengo una solita. Sí, la obsesión de vivir y de disfrutar de mi familia.
–Me llevás a un tema: ¿cómo definirías a Melanie Griffith, tu mujer desde hace quince años?
–Una mujer generosa, bella y también muy vulnerable. Y fuerte cuando lo tiene que ser. Melanie es el centro de mi vida. Somos muy parecidos en realidad. Los dos de Leo, ella del 9 de agosto y yo del 10, con bastante carácter y pasiones parecidas. Incluso compartimos gustos por colores, olores o relaciones. Coincidimos muchísimo.
–¿Tu hija Stella (14) heredó esa personalidad?
–No. Es una niña mujer complemente distinta. No es impulsiva como nosotros, es muy reflexiva. No le gusta ser protagonista. Prefiere estar detrás, y por eso no la vas a ver en fotos. Lee mucho, es de perderse en dos libros un fin de semana. Y muy calmada.
–¿Te gusta que sea así?
–Yo no incido ni prefiero nada. Trato de respetar su libertad, aun siendo tan pequeña. Me gusta estar de coordinador, para que no se pegue un porrazo, pero necesito imperiosamente que sea libre e independiente para enfrentarse al mundo.
–Está criada en Hollywood, donde vivís la mayor parte del año. ¿Te cuesta que mantenga sus raíces hispanas?
–Desde su nacimiento he tratado de que no las olvide. Viajó mucho a España, con mi familia. Participa de las festividades típicas de Andalucía, habla español perfecto, con mi acento. Y supongo que cuando vaya creciendo, crecerá también su curiosidad por esa segunda tierra. Pero no me gusta forzar nada en la vida. Soy un padre positivo, no me gusta la disciplina: prefiero razonar y negociar.



Por Mariel Fuentes. Fotos: Diego Soldini.

jueves, 20 de octubre de 2011

Entrevista a Florencia de la V


El living huele a bizcochuelo de vainilla. “¿Maru Botana? ¡Un poroto al lado mío!”, dice Florencia de la V (34), mientras –efectivamente– acerca una bandeja con budín casero recién horneado por ella. Así nos recibe en su propia casa.
Un piso de Belgrano que elude la frialdad de los catálogos de decoración y que, en cambio, está impregnado con la calidez que ella le pone a cada rincón de su casa. Almohadones animal print, marcos con fotos de familia, reseñas de Hello Kitty en algunos recovecos de la sala, son sólo algunos detalles de su sello personal.
Flor se deja caer, dócil, en el sofá, a la espera de la charla. Cuando se trata de desnudar su intimidad, su imagen toma distancia de la capocómica que atropella con ironía y humor sobre el escenario. Al contrario, parece que susurrara, como si en cada respuesta revelara su más íntimo secreto. Quizá algo de eso haya en esta nota...
¿Cómo viviste el debate por la Ley del casamiento igualitario?
–Me encantó que hayan votado de acuerdo a sus convicciones y no a intereses corporativos. Pero fue bastante confuso. Se habló mucho de que atentaba contra la familia, y simplemente intenta darles el mismo derecho a todas las familias ya existentes.
¿Te molestó la posición que se sostenía en “yo tengo un amigo homosexual, pero...”?
–Mucho. Creo que hay varios que sacaron el facho que llevan adentro. Muchos mostraron la hilacha, y una manera de pensar retrógrada. Y hubo demasiada frase desafortunada de esa minoría que no tiene la más pálida idea de la vida y dice cualquier cosa.
Algunos manifestaron su temor de que el chico criado por padres homosexuales sufra la crueldad de sus compañeritos de colegio.
–¡Pero en el colegio sufrimos todos! El gordo, el feo, el que tiene granos, la colorada, el gay... Los chicos son así. Pero por eso no te pueden privar del derecho a algo. Si somos todos iguales ante la Ley, ¿por qué negar ese deseo? Además, yo creo que si hay amor, todo lo demás pasa a segundo plano.
SOÑAR CON UNA FAMILIA. Es indudable que ha recorrido un largo camino, y ella lo sabe. Parte de la historia comienza el 2 de marzo de 1976, cuando esta despampanante mujer que hoy enfrenta el grabador de GENTE era un niño bautizado como Roberto Carlos Trinidad. Nacido en el Hospital de la Madre y el Niño, en Resistencia, Chaco, era el segundo hijo de Claudio Trinidad, un maestro mayor de obras, y Sabina Sáez, costurera de profesión.
En ese seno, devino una infancia difícil, signada por el fallecimiento de su mamá cuando tenía dos años y las carencias económicas. Luego, una juventud de búsqueda constante que se rastrea en la localidad de Llavallol, en Lomas de Zamora, donde Florencia –aún entonces como varón– transcurrió su adolescencia.
A los 17, entonces, decidió que era tiempo de tomar las riendas de su destino. “Empecé a construirme”, dice. Y una tarde, vestida de mujer frente al espejo, se vio mejor que cualquiera. Se supo hermosa, para ser más exactos. Una sonrisa inmensa se dibujó en el reflejo y se sintió feliz. “Había pasado toda mi adolescencia perdida, sin saber a dónde ir, sin brújula. Y hay mucho prejuicio... Pero yo me prioricé. Podía haber hecho feliz a mi familia, pero yo siempre fui de frente. La mente te engaña bastante, pero la sexualidad no se puede explicar. Es como razonar por qué te gusta la mermelada y no el dulce de leche... Si fuera una verdadera elección, no sé si me hubiera complicado tanto la vida. Ser heterosexual es más sencillo”.
Sin embargo, los baches de ese camino más largo y difícil no le impidieron encontrar el gran amor. Con Pablo Goycochea (43), su pareja, se conocieron hace doce años, en un festival en Gualeguaychú. Ella, por ese entonces, iniciaba su ascendente carrera en los medios. El, en tanto, era un odontólogo de bajo perfil, divorciado y padre de tres hijos (Gonzalo, María Pía y Martina, de 21, 19 y 17 años, respectivamente). Lo de Pablo y Flor tuvo tinte serio desde el primer momento. Aunque nunca aventuraron lo que sucedería una década después: el majestuoso casamiento que celebraron en noviembre de 2008, cuando la Ley que hoy ampara su unión parecía una utopía.
Cosechaste una gran relación con los hijos de Pablo. ¿Fue difícil llegar a ese equilibrio?
–Siempre cuesta: mi papá tenía novias y yo lloraba desconsolada. Me parecía tremendo en ese momento. Y tenía otra mujer como pareja, no un hombre... Pero Pablo les habló. Siempre fue con la verdad, y con el tiempo aprendieron a quererme, a querer estar conmigo... Hoy saben y sienten que soy parte de la familia. Admiro la franqueza que tuvo en aceptar lo que pasaba y compartirlo con sus hijos, sin vivirlo como algo malo o prohibido.
¿Costó más con el varón? Digo, generalmente no se lo ve en notas.
–Eso tiene que ver con la personalidad de cada uno. Tengo muy buena relación con los tres. Con Gonzalo nos llevamos bárbaro, sólo que está estudiando y no le gusta tanto aparecer. Y a mí me encanta que sea así.
¿Te imaginabas que ibas a convivir con su familia?
–Nunca (sube el tono). Cuando empecé con Pablo era muy chica, y eran los hijos de él. Me llevó mucho tiempo sentirme capacitada para enfrentarlos. No era fácil para mí. Porque ellos tienen a su mamá y yo soy la novia del padre, con una sexualidad diferente. Son muchísimas cosas, que al principio eran complicadas. Pero con el tiempo se acomodaron. Yo tenía más prejuicio que los chicos. Incluso, no sabía si tenía instinto maternal.
Es una confesión fuerte...
–Muy fuerte. Pero me nació en cosas casi imperceptibles. En cuidados con las nenas más chicas. Me sorprendí calculando el desayuno, preparando cosas para ellas, cosiéndoles la ropa... Asumí el rol de la mujer de la casa.
LÁGRIMAS DE MUJER. Quizá no haya elegido su condición sexual. Ni ese impulso que la llevó a travestirse, sabiendo que eso implicaba un viaje de ida en su vida. Una elección medular para su futuro. Un año cero. Sin embargo, y en esto se vuelve irreductible, ella sí eligió ser Florencia.
“No me lo olvido más. Era una de las primeras veces que salía vestida así... de mujer. Me presentaron en una fiesta, con unos amigos, y cuando tuve que decir cómo me llamaba, apareció el nombre. Florencia, les dije. Y fue como perder la virginidad. ‘Ya está’, pensé. Estuve incómoda toda la noche, pero sabía que había encontrado un camino”.
En realidad había encontrado su identidad. Luego, de mano de sus logros profesionales –que arrancaron allá por el ’98, con su debut en Más pinas que las gallutas, de la mano de Gerardo Sofovich– sería amada y reconocida como Florencia de la V. Por eso, en ese campo de batallas y victorias a las que supo abrirse, hoy se plantea un nuevo horizonte: la obtención de su DNI femenino, como Florencia Trinidad, tal su apellido paterno.
¿Muchas veces te preguntaste ‘¿quién soy?’?
–Muchas... Me sentía una cosa en el medio de un hombre y una mujer. Que no estaba ni de un lado ni del otro. Necesité solidez para enfrentarme, y vino de la mano de mi trabajo. Muchas veces uno dice “está todo bien” y no lo está. No me sentía merecedora de nada. Como si mi existencia fuera un problema.
¿Una enfermedad?
–Exactamente. Cuando resolví ese rollo, me vino el tema de la maternidad, que con Pablo parecía resuelto. El tenía sus hijos, creía que no iba a querer ser padre el día de mañana, y fue una tranquilidad en ese momento. Pero después de los 30 tuve un llamado biológico. Hoy no soy ni la sombra de lo que era a los 20. Y un día, me acuerdo, ya lo tenía bastante digerido, y lo hablé con Pablo.
Y hoy te sentís lista para ser madre.
–Sí... Me quita el sueño. Nunca lo había pensado como un derecho civil. Siempre me sentí ajena al tema, quizá porque no estaba preparada, o porque me estaba formando como mujer. No fue fácil para mí ser la mujer que soy. Cambié completamente mi vida. De ser una cosa a otra. Pasé vergüenzas también, eh. Dar vuelta la página y arrancar de cero es fuerte. Me llevó mucho tiempo conocerme y aceptarme. Construirme. Más de lo que la gente cree. No fue todo tan superado.
¿Y la búsqueda de tu identidad femenina?
–Vino todo de la mano. Cuando empezamos a pensar el tema del bebé, me dio vueltas el tema del nombre. Yo llegué a un punto en que no me lo planteaba. Pequeñas cosas que aprendí a pasar sola. Había aprendido a superarlo, a pasar la situación incómoda de mostrar mi DNI... ¿Sabés que hay mucha gente que realmente cree que me llamo Florencia de la V? Después de tantos años, me gané el derecho. Me llevó y me costó mucha lágrima, vergüenza, sudor y tristeza.
¿En algún momento evaluaste la cirugía de cambio de sexo?
–Ese es un tema bastante más complicado. Hoy por hoy no lo tengo ni planteado. Está bastante asumido para mí quién soy. Me acepto y me quiero así.
¿Quién es Florencia Trinidad, entonces?
–Son mis raíces, mi familia. Pero hablemos simplemente de Florencia, porque no pasa por el apellido. Quiero que me reconozcan así también en el DNI. ¿Es tanto pedir que el documento coincida con lo que soy? Yo no me disfracé de Florencia. Yo soy. Así de clarito. Y me trajo muchísima luz a mi vida.

Por Mariel Fuentes. Foto: Christian Beliera.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La verdad sobre mi amor por Boca


Hoy por la tarde un amigo me decía, no sin cierta insolencia, “yo no respeto a la mujer que habla de fútbol, yo soy machista”. Sonreí, desestimé el comentario, e inmediatamente volví a fijarme si las entradas para el partido de la noche (Boca-Colo Colo) aún estaban en mi billetera. Por suerte sí. Y respiré aliviada…

Hace un rato nomás regresé de la cancha. Boca ganó 4 a 3 a Colo Colo, marcando, según otro amigo, “una remontada histórica” (así sus palabras).

Entonces recordé por qué me gusta tanto el fútbol, por qué me fanatiza de este modo Boca. A la Bombonera fui con mi papá, y cada remate que dio dentro del arco del equipo chileno para mí significaba mucho más que un gol. Porque mi viejo hoy me abrazó cuatro veces, en esos cuatro tantos, y eso se sintió buenísimo. El tenía la mirada espejada, repleta de adrenalina (realmente mi papá sí lleva el fútbol en la sangre…), y yo, tan chiquita a su costado, tan enorme a la vez, me hice cómplice en esos festejos interminables… apretando duro mis manos en su espalda, como si me rescataran.
Lo abracé con fervor, con amor, en esos cuatro goles. Y fueron abrazos tan vivos, tan hermosos, como los que ya ni recordaba.

Boca me regala momentos increíbles con el viejo, un tipo al que la vida lo trató bastante duro de a ratos, y nunca nadie le enseñó que la ternura también es cosas de hombres. Por suerte, él no cree que la mujer y el fútbol son incompatibles. Por eso me lleva, cuando se puede, a la cancha. Y si Boquita hace un gol, me abraza así de fuerte.
Y yo la paso de maravillas.